domingo, 25 de noviembre de 2007

Iniquidad


¿Cómo será el mundo visto desde una jaula?
La pregunta apareció de la nada. Recordó haberse preguntado eso mismo muchos años atrás, en la inocencia de su temprana niñez, en una calurosa siesta de verano, mirando la dorada prisión del inocente canario. Su destino, sellado desde el principio, había sido la cárcel que lo albergaba. Su canto, lo bello de su trinar, había sido su desgracia; sin juicio, sin delito. Tan sólo condenado por ser bello. La naturaleza cínica de los hombres.
Se lo había preguntado a sí mismo en su infancia, hoy, varios años después, como un déjà vu de su niñez, la pregunta retumbaba en su cabeza. No le dio demasiada importancia, tan sólo era el aburrimiento que le hacía divagar.
En el fondo sabía que había algo más.
Transcurrieron días, varios, chatos, con el sonido de su propia voz de niño y su interrogante. Había descubierto los primeros esbozos del concepto de injusticia, viéndola, apreciándola en aquel pajarito que desconocía la verdadera naturaleza de su miseria. Nada sabía de eso, obstinadamente regalaba a sus carceleros los dulces sonidos de su canto. La vida es así, pensó con su mente contaminada ya por años de iniquidades.
Pero el cinismo no es sólo atributo de los hombres, la dorada jaula, su encierro y esclavitud era todo lo que conocía, tal vez liberarlo, ya con sus instintos sepultados sería entregarlo a una muerte segura. Con los hombres suele suceder lo mismo.
Pensó en sí mismo, recorriendo sus propias vivencias, en el espanto que le produjo aquel primer avistamiento de la crueldad, y en cómo esas primeras sensaciones fueron perdiendo su fuerza a medida que las vio repetirse. Pensó en sí mismo volviéndose insensible, como una defensa ante lo inevitable.
Por donde veía alcanzaba a observar jaulas. Hombres, niños, nadie quedaba fuera. ¿Qué sería de ellos sin las jaulas?
Nunca le convenció la remanida analogía de la vida en la selva. Allí todo es armonía, en perfecto balance, constante tragedia de la vida, cada uno de los elementos que la componen son parte fundamental. Hasta el último de los insectos cumple su rol para asegurar que el andamiaje del ecosistema se mantenga en pie. No pasa lo mismo en el mundo de los hombres. Donde se vapulea sin piedad al otro sin más recompensa que la satisfacción de su sadismo.
Y el mundo, impasible, en su giro permanente.
Jaulas. Los barrotes están ahí, frente a todos. La misma ceguera ante el dolor ajeno impide verlos. Pero están ahí.
Ahora sabe cómo se ve el mundo desde una jaula.

11 comentarios:

. dijo...

Che, está bueno.

EL DESPOTRICADOR dijo...

Muchas gracias. Espero verte seguido por acá.

guadis! dijo...

Te soy sincera, no le� nada del post. Pero te agradezco tu comentario en mi blog y ya volver� con tiempo para ver de qu� se trata esto. Saludos!!

Adelina dijo...

Nos terminamos acostumbrando a todo. Acomodando. Es más fácil que escapar, que quejarse, que luchar hasta cambiar las cosas.

Todo cuesta, y a los luchadores enseguida les llega la desilusión, y el abandono a la comodidad, a la jaula.

Un beso. Me encanta venir aquí, siempre me haces pensar, eso es bueno.

Juan dijo...

Pues ver los barrotes es el primer paso para intentar salir...

EL DESPOTRICADOR dijo...

Sakkarah:
Es verdad, aunque a veces resulta una lucha quijotesca, o simplemente desvaríos de pesimismo.
Lo importante es no quedarse inmóvil, que la indignación no quede únicamente en eso; buscar los medios, no callarse y fundamentalmente luchar para iniciar un cambio. Aunque a veces sea una lucha desigual, en ese mismo proceso está el inicio del cambio: la llave de la jaula.
Te agradezco el comentario, es un gusto que pases por aquí.
Un abrazo, hasta la próxima.

EL DESPOTRICADOR dijo...

Exactamente Jota, ver la naturaleza de la situación en la que estamos inmersos es un gran paso, aunque debamos pasar por innumerables escollos, es un buen inicio.
Muchas gracias por estar aquí.
Un abrazo, hasta la próxima.

todas las cosas que vienen me recuerdan a ti dijo...

No dejar que la insensibilidad gane su espacio, para hacerse carne en nosotros, quizás lo podríamos lograr conservando la pureza de aquel niño que fuimos.

Un abrazo, hasta la proxima.

EL DESPOTRICADOR dijo...

Remus, ojalá pudiésemos recuperar la frescura, la sensibilidad y la pureza de sentimientos de cuando éramos niños. En el lento proceso de crecimiento, aquellas virtudes (porque eso son) van desapareciendo en pos de la pertenencia a la sociedad, a convencionalismos o a cualquier eufemismo que se te ocurra para ese renunciamiento.
Remus, es un gusto recibir tus visitas y comentarios. Espero leer un post tuyo pronto.
Un abrazo, hasta la próxima.

Recomenzar dijo...

Excelente pregunta leí lo que escribiste al final.Me dejaste pensando.
muy bueno

mi respuesta:


Un infierno ya que yo podría morir

EL DESPOTRICADOR dijo...

Mucha:
Agradezco que hayas pasado por aquí, espero que se repita.
Si hago un poquito de tiempo en una de esas me animo y participo para el final del cuento tuyo. Me parece una idea muy buena la de generar ese feedback con los lectores de tu blog
Un abrazo, hasta la próxima.