viernes, 14 de septiembre de 2007

Una chispa entre dos vacíos


Nos debemos a nuestras decisiones. A lo largo de nuestras vidas cada elección determina el rumbo a donde se dirigirá nuestra existencia, cada una de ellas representa ese camino del que ya no nos podremos apartar, aunque a veces se pueda retroceder e incluso salirse de la ruta, pero invariablemente éste dejará su huella indeleble.
Y así, a lo largo del tiempo vemos cómo los ideales ceden a la presión de las obligaciones, cómo los sueños sucumben al peso de la realidad, nuestra realidad autoimpuesta. Cada elección es una celda de la misma cárcel. Vanamente intentamos salir de ellas para descubrir con pavor que no es sino el camino a la próxima, y así sucesiva, incesante, sentimos la contundencia del mazo realista, machacando con fatal vigor sobre los restos enjutos de nuestro espíritu. Inventamos placebos para ocultarlo mientras soñamos con los felices momentos en que el mundo se abría como caleidoscopio de posiblidades, cuando podíamos volar sin medir las consecuencias, hombres libres, de pensamientos creadores y acciones concretas.
Pero la masa arrastra, lentamente nos lleva a su lúgubre guarida y así nos vamos apiñando convirtiéndonos en bestias informes consumistas y conformistas, renunciantes de nuestras cualidades humanas, detractores de quien piensa diferente o al menos piensa, Cerberos para quien se atreve a ser libre.
Somos dueños de nuestros destinos, nuestra existencia nos pertenece, desperdiciamos la fugacidad de nuestras vidas buscando sucedáneos para la felicidad, inventamos dioses y erigimos líderes destruyendo lo único verdadero, tangible: nosotros. La vida es una chispa entre dos oscuridades, fugaz e irremplazable, una vez extinta sólo quedarán nuestros restos corrompiéndose y nuestra esencia disuelta en el universo. Nuestro paso por la vida no debe ser un largo tedio desapasionado en espera de la muerte, siglos de engaños contribuyen a ver nuestra llama extinguirse en la espera de una eternidad a la que nos aferramos con esperanza. Conquistemos los límites de nuestras celdas, no permitamos que la oscuridad de nuestros temores nos oculte el camino.
En esa lucha está la felicidad, es sólo cuestión de elegir el camino adecuado.

2 comentarios:

todas las cosas que vienen me recuerdan a ti dijo...

“La vida es una chispa entre dos oscuridades, Nuestro paso por la vida no debe ser un largo tedio desapasionado en espera de la muerte.”
Estoy leyendo un libro de Emile Cioran que se llama “Desgarradura”, comienza con un titulo que es el siguiente “Las dos verdades” y casualmente toca el mismo tema.
Pero hay algo que no pusiste en tu escrito (excelente) es que muchas veces los caminos elegidos nos conducen hacia un mismo lado, dependiendo exclusivamente de uno que dicho camino sea placentero.

Hasta luego compatriota

EL DESPOTRICADOR dijo...

Como siempre, me complace mucho leer tus comentarios, te los agradezco y los tengo muy en consideración. Es un punto muy interesante el que me marcas, lo importante es el gozo del camino, el dissfrute de la elección y la total convicción de su acierto. Esto se relaciona con la teoría del "amor fati" de Nietzsche, en la que haciendo un simple ejercicio mental, tal sería: considerar nuestra vida y nuestras decisiones y repetirlas indefinidamente por la eternidad y en todos los casos tomar las mismas decisiones; lograrlo sería alcanzar este "amor fati", amar nuestro destino de tal manera que podamos sentir que elegimos hacer lo que hacemos, por duro que sea el camino que hayamos escogido.
Espero tus comentarios y me has hecho sentir curiosidad, voy a tratar de leer lo que me recomendás.
Un abrazo.