martes, 25 de septiembre de 2007

Mi Platero

¡Qué hermosos días aquellos!
El sol acariciaba tus ojos en las mañanas, libre, fundamentalmente libre. Mientras sus rayos, apenas tibios rozaban tu piel y sentías el estremecimiento placentero que indicaba que un nuevo día se abría, pleno, despreocupado. Lentamente iba ganando lugar por entre las piedras de tu cueva, mientras los destellos iluminaban las rocosas paredes de tu hogar. ¡Otro maravilloso día! pensabas mientras el aire fresco llenaba tus pulmones con esa pureza que no conocen en las ciudades.
Tu vida era la utopía de los hombres, con sus palabras y sus ciudades, pero en el fondo anhelando ser igual de libres. ¡Cómo envidiaban la libertad! Tu libertad, de tan familiar no podías percibirla, no era necesario, la vivías y sólo eso te bastaba. De qué serviría adentrarse en las penumbras de cavilaciones estériles, la tenías y tal vez no la valoraste lo necesario.
Tu vida transcurría con la parsimonia que sería tu signo distintivo. La quietud de esas calurosas siestas, apenas perturbadas por la presencia constante de esas moscas (¡esas molestas moscas!). Pero algo empezaba a molestarte...
El tiempo seguía su marcha implacable, mientras la liviandad de tus días se tornaba agobiante. Entonces lo decidiste. Un cambio, eso necesitabas. Un nuevo inicio, dejaste el silencio de las montañas y te adentraste en el mundo de los hombres. Sólo hay una dirección en ese camino.
Al principio todo te maravillaba, esta nueva vida era más hermosa aún de lo que esperabas. El mundo de los hombres con sus tentaciones y su felicidad fungible te encandiló más que tu viejo sol. Ahora todo es perfecto recitabas en las noches, como una plegaria, casi intentando sobornar al destino.
Esa tozudez, tan tuya como tus orejas, como el manto gris que cubrió tu cuerpo desde aquellos temblorosos primeros pasos, te ayudaron (en el mundo de los hombres es una virtud), tanto como la fortaleza que te habían legado los años en las montañas. Por eso te destacaste.
Ahora todo es perfecto, tu plegaria y su soborno.
Y el tiempo, que sólo sigue sin inmutarse por nada, continuó su paso firme. Fueron años deliciosos, y supiste aprovecharlos. Bebiste su néctar con la misma avidez con la que complacías tus más terrenales deseos. Entonces, la oportunidad.
El viejo patriarca sucumbía al peso de los años, y con su caída avizorabas tu ascenso a la gloria. Al fin todo sería como ni siquiera en sueños te hubieses animado a pensar. Habían sido años de servil apego al líder en desgracia, esperando la oportunidad, acechando en la oscuridad, cargando con su peso para ganar su confianza. Su confianza, esa que te henchía de vanidad, la que te destacaba del resto.
Pero el mundo de los hombres ofrece ilusiones, sólo eso, y confundiste el camino. Ahora, justo ahora que al fin conseguiste ser quien lleve el estandarte, sucumbiste al canto de las sirenas.
Tu tozudez, tu virtud más destacada, tu orgullo y la marca indeleble de tu naturaleza mostró su cara más cruel.
Y ahora, tu caída. La Naturaleza es impiadosa y al abrirse completamente mostró su fatal designio.
Que todo termine, tu plegaria y el soborno a un destino incorruptible.
Porque en el mundo de los hombres la vida es más dura que en las montañas, ahora lo comprendiste, pero ya es tarde. Es hora de aceptar tu inefable destino.
Porque todo debe recuperar su equilibrio. Porque el mundo no es como lo pensaste. Porque no pensaste. Porque de un burro... no pueden esperarse más que patadas.

Aún estás a tiempo, siempre tendrás las montañas en tu corazón. Que sirva como humilde dedicatoria a quien no necesita ser nombrado y a todos los borricos que no pudieron trascender sus limitaciones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querido despotricador... que verdades dejas plasmadas en este espacio que invita a la reflexión. Sin embargo, me ecuentro en el deber de confesarte que encuentro a más personas de las que pensaba en esta descripción. Triste, no???
No demasiado, en el fondo saber que estamos llenos de plateros hace estrujar mi alma, sí... pero mi vanidad, mi ego se hacen presentes y hacen notar que mi esfuerzos por superarme todos estos años no han sido en vano.
Mis respetuosos saludos.

todas las cosas que vienen me recuerdan a ti dijo...

Te agradezco por tus palabras, pero sucede que el placer es mió cuando leo tus post. Hay muy pocos lugares donde las letras tengan sentido, profundidad.

Hay un poema de Borges que se llama "Nostalgias del presente" si bien habla de dos personas, podría aplicarse a tu escrito.
La vida de los otros muchas veces puede ser atractiva, pero uno puede perder el valor que tiene la propia, muchas veces producto de la ambición y como bien decís “Y el tiempo, que sólo sigue sin inmutarse por nada, continuó su paso firme.” Solo es cuestión que la rueda gire para que nuestra situación sea otra.

EL DESPOTRICADOR dijo...

Como siempre, son sus comentarios el aliento necesario para seguir en este camino. Fue al principio una forma de escape al agobio de la rutina, pero con el tiempo se ha convertido en una experiencia vivificante y un medio para conocer el pensamiento puro de valiosas personas.
Dudé mucho de publicar este post, porque surgió en un momento de bronca por una situación particular y hasta pensé en eliminarlo. Por suerte, aunque haya sido fruto de un arrebato de ira, y lo haya escrito y publicado en diez minutos, me regaló un comentario de mis compañeros en este camino, algo que valoro mucho.
Muchas gracias, como siempre y confío en que sepan entender mis motivos.
Qué no daría por estar en el mundo, compartiendo palabras con valiosos espíritus...
Es una gran verdad la del gran JLB...
Un abrazo y hasta la próxima.