domingo, 29 de julio de 2007

MENOS QUE ESCLAVOS

Los esclavos al menos tenían asegurada la vivienda y la comida. Ha pasado un siglo y medio desde la abolición del sistema esclavista, pero no ha desaparecido, se ha mutado en la nueva forma de explotación del capital humano: el trabajo en turnos rotativos. Es que con este simple eufemismo, se ha logrado dar cuerpo legal a una de las formas más infamantes de explotación de los trabajadores, se establece que desaparece el centenario concepto del fin de semana. El fin de semana es, según los nuevos portadores del látigo, cuando ellos decidan. Así nos encontramos, ya iniciado el S XXI, con esta forma vil de exprimir hasta el último minuto de la vida del empleado. Disponibilidad total, y ese total no es una exageración, debe interpretarse literalmente, porque uno de los principios rectores de este modelo perverso, es el de la total y absoluta sumisión al jefe, eterno ciudadano del Olimpo, a quienes los mortales, imperfectos y débiles debemos sumisión y obediencia. Ellos, cual dioses clásicos, dirigirán nuestras existencias a su antojo. ¡Pero no osen trangredir sus caprichos! El castigo de Prometeo será sólo el aperitivo; con absoluta impunidad y desparpajo, comerán tus céntimos, te castigarán allí donde el los golpes no son con sus manos, la persecución será sólo el principio, y verás tus mal pagas monedas desaparecer como tus vísceras por entre las garras del ave rapaz.
Y el tiempo pasa, minando tu impulso creador, cuando te podés dar cuenta ya has caído, aquello que en los días de las utopías juraste no hacer es tu rutina. Y ves pasar el tiempo, y ves pasar a los semidioses de turno, aquellos con quien compartiste la bronca contenida, aquellos que fueron tu coro en tus puteadas mudas, son quienes hoy ostentan orgullos, henchidos, ignorantes las treinta monedas con las que vendieron su poca integridad. Para ellos no hay higuera que los redima.
Hoy, un domingo más, un domingo menos, soy parte de la estafa, me veo y no me reconozco, soy parte del sistema, no hay creación, sólo se destruye, partimos los restos que ellos degluten, somos carroñeros de nuestros iguales. Como una vil ironía, una bandera prolijamente bordada, se erige frente a nosotros, firme, inerte, sin saber que culpables o no, somos parte del problema, ayudamos a vejarla, con nuestra servil labor, contribuimos a destruir lo que dejaremos a nuestros hijos.
Hace un tiempo, en una de las celebraciones de intercambio de dueños, alguien osó preguntarme por qué no lucía una escarapela en el pecho. ¿Cómo podría hacerlo? Si desde aquí contribuyo a la decadencia de nuestra sociedad. Necios, ¿qué festejan?.
No sé cómo empecé esto, mucho menos cómo terminarlo, siento bronca e impotencia por ser parte de la bestia. Esto no es cuestión de pararse y cantar un himno, todo eso es la religión de los intolerantes y de los fascistas. Tal vez sólo sea resentimiento por trabajar un domingo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo firmo anónimo pero estimo querido despoticador que conoceras mi identidad. La idea si bien suena un poco fantasiosa, cosa que atribuyo a tus metáforas, es 100% verdad.
Sólo quien ha padecido tal crueldad es capaz de dar cuenta de ello.
Me uno a tu lucha silenciosa; pero no necesariamente con el jefe o patrón de estancia, sino con los seudo-dioses a los que haces referencia. En ellos radica el verdadero conflicto. Son tan sumisos como el patrón quiere pero tan poderosos (?) como para humillar a sus pares, eso si salvando a sus amigos.
Ando por ahí... así que voy a seguir leyendo tus protestas de domingo en el cafetal.