lunes, 20 de agosto de 2007

Schopenhauer y mis noches en vela


Quiso en destino acomodarme en este sitio. Justamente aquí, tan lejos de mis anhelos, tan cerca de nada.
Justamente de noche, el escenario de mis años mejores. Mi eterno refugio, la soledad de mis noches, solo en presencia de mis ilustres compañeros en el camino de mi temprana juventud. Schopenhauer y Nietzsche supieron abrigarme con el fuego de su pensamiento, alimentando el deseo, expandiéndose en mí irremediablemente. Con el primero fue una comunión inmediata, absorbía sus palabras con una avidez inusitada, sentía mías sus sentencias, proféticas, poderosas. A Nietzsche aprendí a conocerlo, su estilo tanto o más contundente que su maestro, pero con el agregado de su excepcional impronta poética.
Y aquí estoy, con el tiempo a cuestas, en mis desvelos obligados, impuestos por la mano del sistema. No todo es negro. Todavía tengo la música, tengo el pensamiento y mi anhelada soledad. Hoy, después de mucho tiempo recorrí nuevamente el sendero de los grandes pensadores, volví a encontrar el rescoldo de mis ideas. Todo lo demás no importa, este es mi oasis, refugio de la vulgaridad del ambiente, de la exasperante aglutinación de bípedos, al decir de A. S.
Café y cigarrillos, la música envolviendo el ambiente, Wolfgang y Astor desde la inmortalidad, como telón de fondo. Mis últimos resquicios de inconformidad, mi resistencia a la agobiante opresión, mi última mueca de rebeldía. Desde aquí burlo a mi carcelero, no podrá imponerme la resignación con el agobio de la rutina. Desde aquí, mi escape, salida subrepticia, me elevo a la belleza. Los grandes abren sus puertas por un momento, mientras observo desde lo alto, cosmovisión de mi vida, los veo y me repugnan, propagan el opio de las almas perdidas, los embelezan con luces de colores, ellos se dejan llevar y se entregan mansamente a las fauces de la fiera. Sirvo a la bestia, pero no le pertenezco, cree adueñarse de mis noches, pero soy libre, el látigo del capataz no me lastima. He recuperado mi lugar.
Dejo, eso sí, algunos pensamientos del gran Arthur Schopenhauer de su obra Parerga y Paralipómena:
"Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre... La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido. La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir... Y así sucesivamente por los siglos, de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas."
"No hay más que tres resortes fundamentales de las acciones humanas, y todos los motivos posibles sólo se relacionan con estos tres resortes. En primer término, el egoísmo, que quiere su propio bien y no tiene límites; después, la perversidad, que quiere el mal ajeno y llega hasta la suma crueldad, y últimamente la conmiseración, que quiere el bien del prójimo y llega hasta la generosidad, la grandeza del alma. Toda acción humana debe referirse a uno de estos 3 móviles, o aun a dos a la vez."

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